CAPITULO 13. La natación más que un deporte.

La natación ha significado una pasión alrededor de la cual Pablo ha nutrido su vida y en la cual ha invertido sus mejores energías y años de su niñez y juventud, y aún hoy en su vida adulta. En aquella época –  año 1993 – nos pareció el deporte ideal para nuestros hijos, los expertos consideraban este deporte como uno de los más completos, ya que la práctica sistemática del mismo impacta positivamente todo el organismo y promueve el desarrollo integral de competencias físicas, psíquicas y neurológicas al fortalecer la coordinación motora, el sistema circulatorio y la capacidad cardiorrespiratoria, sumado a esto, Pablo necesitaba de una actividad que fuese complemento y continuación de todo el trabajo de estimulación temprana de los primeros años de su vida y que además le permitiese recrearse, pensabamos específicamente en proteger y estimular la triada: CUERPO – MENTE – ALMA.

Otro aspecto que buscamos reforzar fue el compromiso consigo mismo. Pablo quería nadar: se notaba en el esfuerzo, la perseverancia y en la atención que brindaba a las indicaciones de sus entrenadores, es bueno reafirmar que, como en su proceso educativo también en el deporte fue el primer niño con Síndrome de Down incluido e integrado a una práctica deportiva en la región, abriendo el camino hacia la inclusión e integración de personas con discapacidad en los equipos deportivos competitivos de la región.

A través de la práctica deportiva aprendió a cumplir – con la misma rigurosidad que los demás – las exigencias de la disciplina: horarios de entrenamiento, la normativa, el cuido de sus pertenencias y el respeto a sus compañeros y entrenadores, además de todo lo anterior, esta experiencia se traduciría en independencia y autonomía. Todo esto lo favoreció desde el principio, el hecho de no recibir un trato diferenciado del que se le daba al resto de los integrantes del equipo, al igual que la experiencia en el karate, el acompañamiento de los entrenadores hacia él, fue el mismo que se daba a cualquier otro niño. Su comportamiento le hizo acreedor del afecto y respeto de todos por la manera disciplinada en la que llevaba a cabo sus rutinas y el esfuerzo constante que demostraba.

Pablo entro al  primer nivel de natación – ya con la idea de que en futuro podría convertirse en una práctica deportiva formal-, a los 8 años en la piscina olímpica de la Asociación de Profesores de la Universidad del Zulia (APUZ) con el entrenador Braulio Rodríguez, cinco meses después daños en la estructura de la piscina forzaron su cierre temporal, así que nos transferimos a la Academia de Natación del Colegio Bellas Artes, con un equipo de jóvenes entrenadores coordinados por el profesor Alejandro Isturiz. En este cambio de escenario nos reencontramos nuevamente con Jaime Viloria con quién mantenemos aún hoy, una amistad de familia y quien fue un grandisimo soporte al facilitar la apertura y adaptacion de Pablo en la Academia Bellas Artes, con David Fernández, quien radicó su vida en otro país y mantiene todavía su relación con Pablo por las redes sociales continuando a brindarle su afecto. Rafael Rivero, Andreina Castellano, también tuvieron una conexión muy especial con Pablo y tantos otros entrenadores que hoy se escapan de mi memoria. Progresivamente Pablo fue mejorando con un trabajo duro, invirtiendo el doble de tiempo y después de superar las evaluaciones de cada nivel con un tiempo de tres años y un entrenamiento sostenido logró integrar el equipo de novatos convencionales a los 11 años de edad, y ya en este nivel fue guiado por Víctor Albarran.

Sobre Pablo en la piscina, Víctor cuenta su experiencia: 

“Como instructor de la Academia de natación Bellas Artes recibir a Pablo en el equipo de novatos, luego de haber superado los primeros niveles de aprendizaje, fue para mi un reto, al principio me costó pero su mamá me sugería modos para comunicarme con él. Era la primera experiencia que tenía en el equipo con un niño especial y confieso, que tenía las reservas propias de la ignorancia, más después, al irlo conociendo, me encantó, Pablo era un niño educado y amistoso. Recuerdo que entre rutina y rutina de entrenamiento fui afinando y corrigiendo detalles técnicos que mejoraron su eficacia en el agua, hasta que aprendió a nadar los cuatro estilos, también recuerdo que le costó mejorar su salida desde el taco hacia el agua. Enseñarlo a lograr la salida perfecta fue un gran reto para mí, implicó horas de clases personalizadas porque al subirse al taco, le daba muchísimo miedo, producto de los constantes y fuertes golpes en el pecho contra el agua en cada uno de sus saltos. Sin embargo entre su constancia y mi paciencia logramos el cometido y aprendió a lanzarse de clavado.

Con el transcurrir del tiempo, después de estar en las mejores condiciones como nadador se niveló con atletas de alto rendimiento y hubo que mejorar su preparación física, sus rutinas diarias le facilitarán su preparación en eventos competitivos con atletas convencionales, y lo logró ser seleccionado para participar en las competencias de los club de natación de la región como un atleta más.

Puedo decir que entrenar a Pablo cambió mi percepción sobre las personas con Síndrome de Down, fue una gran experiencia y aprendizaje, no sólo en mi papel como entrenador sino a nivel personal, eran ratos en los cuales no existía la maldad, la conflictividad, ni nada que pudiera manchar esos momentos. Definitivamente Pablo me enseñó a cambiar esquemas y abrir mi mente para entender el mundo diverso donde todos podemos aportar algo.

Lamentablemente por motivos personales y circunstanciales no pude continuar con su preparación, ni acompañarlo en el evento cumbre que le facilitó estar entre los grandes del mundo de la natación nacional e internacional especial, mi consuelo fue, que su avance quedó en buenas manos con los profesores Amancio Gutiérrez y Jaime Viloria, dos referencias de la natacion del Zulia”

Ya en el nivel de novatos Pablo dominaba las técnicas propias de cada estilo e inició su participación en la primera competencia Copa Colegio de Ingenieros, año 1998, en la cual  ganó su primera medalla, participando en el relevo estilo libre y el equipo de la academia Bellas Artes quedó en segundo lugar, esta fue la primera vez que un atleta con Síndrome de Down participaba en un evento con atletas convencionales del estado Zulia.

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Kalena Salas quien era en ese momento parte de la Directiva de la Asociación Zuliana de Deportes Acuáticos (AZUDA) nos comenta:

“Con la ayuda de los entrenadores de la Academia Bellas Artes se logró la inscripción en la competencia copa CIDEZ 98, Día del Ingeniero, en el congresillo técnico se expuso el caso de Pablo y fue admitido, con reservas y dudas, en la categoría infantil B. Recuerdo ese dia como una experiencia que marcó tal diferencia que nos conmovió a todos. Pablo hizo volver  miradas de incredulidad y emoción de los presentes, no solo al ver la facilidad, naturalidad inocencia y seguridad con la que se desempeñó, sino que además todos atestiguamos como ese dia se inició la apertura para su participación en futuras competencias ”

Esa primera experiencia nos llenó el alma de alegría y orgullo y a Pablo lo incentivó a seguir su entrenamiento todos los días, su segunda participación fue en el invitacional Aniversario 74 del Club Bella Vista, año 2000, en la cual ganó su segunda medalla, en este caso de bronce y su primer trofeo como mejor atleta.

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En los meses siguientes seguimos disfrutando de sus logros y avances y él se iba fortaleciendo en una disciplina que se constituía como su mayor compromiso. Ya a esta altura fue promovido a entrenar con el equipo de atletas federados de la academia, hecho que favoreció sus niveles competitivos ya que el esfuerzo era mayor, tanto en el tiempo dedicado al entrenamiento así como a nuevas exigencias físicas, lo mejor era que ahora tenía la oportunidad de compartir con su hermano y con sus amigos, quienes lo hacían sentir más cómodo y feliz.

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En aquel entonces Pablo asistió a su tercera competencia en el estado Mérida, en la piscina de la Universidad de los Andes, viajó junto al el equipo de atletas convencionales y el entrenador Victor Albarran, allí el frío y la altura azotó a los participantes, pasando de los 0 metros de Maracaibo a los 1.800 metros sobre el nivel del mar de Merida, los atletas a duras penas, cumplieron con las pruebas inscritas, incluso algunos fueron sacados del agua en camillas y directamente hacia la ambulancia, debido a la falta de oxígeno. A pesar del frío extremo pasamos unos días compartiendo con delegados y representantes de otros estados. Y cerramos nuestra experiencia en tierras Andinas con un concierto de Pablo Milanés y visitando lugares turísticos de esa hermosa ciudad.

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